Jueves

“Todo viernes entierra un jueves” y cada jueves intento publicar algo.

Veinte de julio

Para variar hoy es veinte de julio, un día diferente en una cadena larga de veintes de julio que no han trascendido nada. Esto a juicio del autor, ansioso por transmutar la fecha en una mariposa, en una bala, o en un océano de brevísimas proporciones. Cualquier cosa para que sea un día distinto en una cadena larga de ocultamientos. Después vendrá el día siguiente, por supuesto, con su vocación de entierro y la convicción a su vez de ser enterrado. Pero hoy es veinte de julio, y para variar se hizo cuento.

XIX

Sobre la mar abundante de peces una isla nada.

Acto fallido

Al mediodía abre grande la boca y devora con dificultad las ligeras partículas del aire. Precisa concentración para luego no sufrir el hambre heredado del ayuno. Y más tarde su función: maquillaje, zapatos grandes, nariz redonda y un sucio saco extravagante; la risa de todos, su elocuente estupidez. Baja el telón y vuelve a fingir no ser payaso. Afuera dejaron su cena en la basura. Después camina y ensaya su próximo acto, su único acto propio, donde solo él ríe y los demás se hacen preguntas tontas como “¿quién está cobrando estos días de mi vida?” y se pelean los unos con los otros buscando al cobrador. A medianoche llega cansado de reírse tanto a solas. Más tarde, iniciada la función, el hambre insoportable le arranca la pregunta “¿quién está cobrando estos días de mi vida?”, y luego todos vuelven a reírse de él.

XVIII

En el espejo la poquísima luna tan blanca y sola.

El ángel

El ángel besó con diligencia los pequeños objetos que tenía alrededor. Luego cada uno fue creciendo y creciendo, y algunos se convirtieron en rosas y bosques, y otros en casas y edificios, y otros en personas y animales, y vio que su amor había levantado una ciudad entera de la nada. Pasado el tiempo, con la fuerza de un huracán sus alas incontrolables arrasaron la urbe y los perros, y los niños, y las casas y las flores. Y al ángel, lleno de tristeza por tanta muerte involuntaria, le salió una lágrima tan pesada que lo tiró al suelo. Quiso lamentarse y dejar su oficio, y encontró entonces los pequeños escombros que llamamos cosas, y otra vez comenzó a besarlos.

XVII

¿Ves a esta piedra, pesada como absurda, ser una rosa?

El observador

Como cada año, escrutaba el cielo en busca de alguna gran estrella que se hubiera apagado; y como la noche conservaba aún intacto el mismo brillo refulgente, volvió a reprochar: ¡Otro año sin que muera algo verdaderamente hermoso!

XVI

Las frías tardes de este cálido invierno queman las flores.

Espiral

Visiblemente los años transformaban la ciudad. Cada vez nos movíamos más hacia fuera mientras continuábamos mirando al centro en donde alguna vez estuvimos. La ciudad era casi como una islalaberinto, cercada y atravesada por aguas, sobre las que se alzaban nuestros edificios movedizos, sus patios y pasillos. El fin de la ciudad era indescifrable porque no se podía llegar a él. En la última casa solo había una puerta, y frente a ella el mar.

Inspirado en la pintura de Remedios Varo, “Tránsito en espiral”.

XV

Acaba en mi hombro tu ciega travesía, hormiga en fuga.