Acto fallido

Al mediodía abre grande la boca y devora con dificultad las ligeras partículas del aire. Precisa concentración para luego no sufrir el hambre heredado del ayuno. Y más tarde su función: maquillaje, zapatos grandes, nariz redonda y un sucio saco extravagante; la risa de todos, su elocuente estupidez. Baja el telón y vuelve a fingir no ser payaso. Afuera dejaron su cena en la basura. Después camina y ensaya su próximo acto, su único acto propio, donde solo él ríe y los demás se hacen preguntas tontas como “¿quién está cobrando estos días de mi vida?” y se pelean los unos con los otros buscando al cobrador. A medianoche llega cansado de reírse tanto a solas. Más tarde, iniciada la función, el hambre insoportable le arranca la pregunta “¿quién está cobrando estos días de mi vida?”, y luego todos vuelven a reírse de él.