Con los pies

Tenía un agujero enorme en los zapatos, como la boca de un saco que lo devoraba todo del suelo: piedras, ramas, papeles, mierda; y sus medias —negras del churre recogido— se volvían una sopa con el agua, la orina y la saliva que absorbían constantemente de la ciudad cochina, agregándole un olor aún más desagradable a sus pies infestados por los hongos.

Pero su desdicha, por extraño que suene, no eran aquellos zapatos viejos y horadados, única herencia de su familia. Su desgracia era, como dicen los poetas, soñar con los pies.