El aprendiz
El joven aprendiz se sintió molesto al recibir la orden de preparar el guiso real. ¿Cómo él, futuro alquimista, heredero de la tradición del Gran Maestro forjador del elixir que sería rociado por fin, cuatrocientos años después, sobre las momias de quienes custodiaron el fermento, iba a aprender cocinándole caldos a la corte?
Zambullido en aquel tedio no halló el aceite al lado de la pimienta, y vertió sobre la sopa de palacio un frasco de áurea sustancia encontrado en el estudio, que rezaba en una lengua extraña y desconocida por él: “He aquí el elixir de la vida”.