Invierno
“¿Invierno de sangre?”, le pregunté al oficial de la Aduana. Me respondió que sí, y advertí entonces que tenía el rostro amoratado. Afuera la nieve caía con un siniestro color rojo. “No regresaré jamás a este país extraño”, me dije mientras sentía un escozor en las muñecas.