XIV
Sobre una rama —verde contra el sol tibio— duerme un pájaro.
“Todo viernes entierra un jueves” y cada jueves intento publicar algo.
Sobre una rama —verde contra el sol tibio— duerme un pájaro.
Es lluvia de hojas y es la brisa también como el otoño.
Un nombre casi siempre tiene fecha de nacimiento. Yo no tengo nombre, ni fecha. Le pregunto a todos “cuál es mi nombre”, “cuándo nací”; nadie responde. Yo no recuerdo nada, ni qué brazos me cargaron, ni cuál voz me calmó, ni en qué momento dejé de olvidarlo todo: solo tengo esta incertidumbre de quién soy y cuál es mi edad. Mi soledad es una herida sin marca ni tiempo; y cuando llegue, la muerte no podrá reconocerme.
La noche sueña ese torpe silencio, la madrugada.
Tenía un agujero enorme en los zapatos, como la boca de un saco que lo devoraba todo del suelo: piedras, ramas, papeles, mierda; y sus medias —negras del churre recogido— se volvían una sopa con el agua, la orina y la saliva que absorbían constantemente de la ciudad cochina, agregándole un olor aún más desagradable a sus pies infestados por los hongos.
Pero su desdicha, por extraño que suene, no eran aquellos zapatos viejos y horadados, única herencia de su familia. Su desgracia era, como dicen los poetas, soñar con los pies.
Un viejo animal se ladea y bosteza su poca vida.
La gata blanca: verde y azules sus ojos, como un bosque y un mar.
Haiku del poemario inédito Gatos
.
“¿Invierno de sangre?”, le pregunté al oficial de la Aduana. Me respondió que sí, y advertí entonces que tenía el rostro amoratado. Afuera la nieve caía con un siniestro color rojo. “No regresaré jamás a este país extraño”, me dije mientras sentía un escozor en las muñecas.
Pesada arena, lenguaje de la marea sedimentado.
Formado de un fragmento del Ulises
, de James Joyce.
¿Qué es el vacío en la estática sala con la mesa sin servir, rodeada de sillas mudas, y en la pared dos ventanas que detienen todo el silencio sórdido de la noche, cuando de pronto se pobla la calma con el rumor de un llanto que sacude las velas?