El doctor
El doctor se despertó asustado. Dentro del sueño, un paciente del hospital se había escapado de su celda y entraba a su habitación para asesinarlo.
Tomó un vaso de agua y se dirigió al baño, donde lo esperaba desnudo el señor González, con una sonrisa torcida en el rostro.
II
Los mataperros,
salvados por el polvo,
del sol disienten.
El aprendiz
El joven aprendiz se sintió molesto al recibir la orden de preparar el guiso real. ¿Cómo él, futuro alquimista, heredero de la tradición del Gran Maestro forjador del elixir que sería rociado por fin, cuatrocientos años después, sobre las momias de quienes custodiaron el fermento, iba a aprender cocinándole caldos a la corte?
Zambullido en aquel tedio no halló el aceite al lado de la pimienta, y vertió sobre la sopa de palacio un frasco de áurea sustancia encontrado en el estudio, que rezaba en una lengua extraña y desconocida por él: “He aquí el elixir de la vida”.
I
La isla se olvida
de su borde infinito
llena de ausencia.